El hombre con su vanidad se resiste a la muerte, pero como esta es inevitable no puede eludir su amor por la trascendencia en la tierra, aunque crea a pie juntillas que puede elevarse al cielo, creado en su imaginario colectivo subyugado por la contemplación de la bóveda celeste y por la búsqueda de señales de eternidad en las alturas.
A veces las diferencias se achican cuando la prepotencia humana que otorga el poder se resiste a la muerte. ¿Acaso no se acercan las motivaciones de un Faraón en su afán de perdurar en la tierra a través del tiempo y la del Papa Julio Segundo cuando inspeccionaba la obra maestra de lo que sería su tumba, concebida por Miguel Ángel? Vanidad de vanidades bajo el signo de Amón y de Jehová.
¿Y qué decir de Qin Shi huang Di, fundador del Imperio Chino, constructor de la Gran Muralla? Fue grande y bárbaro depredador a la vez: ejecutó centenares de letrados confucianos, quizá porque a veces el supra poder no resiste la luz. “Nada puede opacar el alba de Su Majestad”, de manera que la escena de la quema de libros no es nueva con Hitler; en el nombre de Dios, el monje Savonarola (1452-98) ordenó quemar libros y obras maestras de la pintura. Hay unos cuantos ejemplos de barbarie, de manera que el grito de . ¡Muera la cultura! es tan viejo como la guerra! ¿Cuántas florecientes ciudades fueron arrasadas y cuántas construidas? París se salvó porque el jefe militar que Hitler tenía allí se negó a cumplir la orden de incendiarla.
Se cuenta que el Emperador chino empleó la misma receta que aplico a los prisioneros: condenó a una montaña a ser rapada y pintada su cima de rojo, porque una ventisca imprudente que provenía de ella lo molestó. Empleó 700 mil hombres para que le construyeran su tumba y el trabajo duró cuatro décadas, pero otra vez: Vanidad de vanidades gracias al descubrimiento casual de unos campesinos en 1974, China se siente orgullosa y el mundo conoce hoy un ejército de terracota de más de seis mil soldados (cada uno diferenciado del otro) con 600 caballos, cien carros de guerra y más de diez mil armas.
Los antiguos griegos tenían también sus ritos mortuorios, pero siempre los reyes y nobles con lo suyo como detentadores del poder terrenal y los pobres con la nada. Las diferencias de clase se perpetúan en la muerte en todas las culturas.