El Poder envía sus juguetes tecnológicos a orbitar la tierra. La basura espacial de esa tecnología (naves obsoletas, restos de cohetes y hasta partículas de pintura) se estima en unas diez mil piezas que se mueven a una velocidad de 27 mil kilómetros por hora, según la Agencia Espacial Europea (ESA). Se trata de proyectiles altamente peligrosos, que pudieran causar problemas a futuro cercano cuando el homo sapiens termine su enorme salto de la cueva al espacio exterior.
Eso es y será porque el espacio existe, porque hubo sorprendentes observaciones y descubrimientos astronómicos en antiguas culturas como la egipcia o la maya; por que existió Copérnico, Braher, Kepler, Giordano Bruno, La Place o el mismo Ptolomeo; por el afán ancestral del hombre de mirar hacia la bóveda celeste, por el coraje, tenacidad y temeridad de muchos mártires de la ciencia; por la búsqueda de los dioses o el encuentro con el Dios Único que tuvo referencia en Akenatón y fue universal en la cultura judeo-cristiana. La Biblia es el mito, la leyenda y la realidad del mundo mesoriental antiguo y parte del universo norteafricano, antes y después de Cristo. Libro sagrado para los cristianos es ante que todo, una creación humana.
No nos adentraremos en la eterna discusión teológica de si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza o viceversa. En ningún caso la creencia en un ser supremo pierde validez y es tan legítimo Jesucristo como Buda (Siglo VI a.C) o Mahoma,(570-632 d.C), el Jehová de los cristianos, la percepción de Dios en India, de los dioses insulares de los Mares del Sur o los orishas africanos, que viajaron en los barcos negreros al llamado Nuevo Mundo. La figura del hombre y el hombre mismo se hizo deidad en el universo pagano: el Dios-Faraón, el Divino César o el apasionante panteón de los dioses griegos. El antropomorfismo y el zoomorfismo se mimetizaron, cambiaron de piel y algunas desaparecieron.
El dios Trueno, la diosa montaña, todo lo que producía temor o necesidad de adoración por inexplicable, adquirió nombre de mujer y de hombre: Zeus, Odin, Artemisa, Viracocha, Minerva, Changó, Shiva, Poseidón, Osiris o María Lionza.
Pero no solo en el campo de las creencias el hombre tuvo una doble visión: antropomorfa y zoomorfa. Fueron y son dos premisas de su evolución. Basta en cada caso un solo ejemplo, además de los ya manejados en el texto: el robot como proyección humana: el hombre intenta reproducirse asimismo en ingenios tecnológicos para gobernarlos a voluntad. El escritor y catedrático catalán Román Gubern enriquece el tema en su libro, cuyo título lo dice todo: El simio informatizado: los motivos del ser humano para crear seres artificiales a su imagen y semejanza.
El término robot (Trabajo) es de origen checo y aplicado a ingenios mecánicos saltó a la fama en 1921, en la obra teatral Rossum’s Universal Robots, de Karel Capek. Desde entonces ha llovido mucho y hoy se construyen robots para la industria al punto que la moderna factoría automotriz no puede prescindir de él. De acuerdo con datos recientes de Top ten of Everything 2008, de Russel Ash International Federations of Robotics, Japón es el que más lo usa. En sus fábricas operan 373 mil 481, 139 mil 553 en los Estados Unidos de América del Norte, Canadá y México en conjunto; cerca de 126 mil 725 en Alemania y en números aproximados: 61 mil 576 en Corea del Sur, 56 mil 198 en Italia, 30 mil 434 en Francia, 24 mil 81 en España, 15 mil 464 en Taiwán, 14 mil 948 en Gran Bretaña y 11 mil 557 en China.
Cada día se generaliza más en el llamado Primer Mundo el uso de robots para múltiples aplicaciones y frivolidades, propias de las sociedades de consumo altamente desarrolladas. Están los aparatos zoomorfos de uso terapéutico como los denominados robots de compromiso mental que se emplean como mascotas, en pacientes terminales, asilos de ancianos, niños con discapacidades y hospitales.
También se fabrican en pequeña escala micro ingenios de uso indefinido. Allí donde el hombre no debe penetrar, ha desarrollado los llamados tele robots para desactivar bombas y manipular sustancias químicas peligrosas.
La universidad de Osaka diseño un robot que reproduce bellas mujeres japonesas. Se llama actroide y el último modelo DER2, de 47 grados de libertad se alquila por tres mil 500 dólares para disfrutarlo durante cinco días. Puede hablar cortos discursos programados, imitar algunos gestos humanos, pero hasta allí: no come, ni se baña y esta siempre impecable, seductora, hermosa y fría.
Pero la frivolidad ha llegado a extremos que existe desde abril de 2003 un Salón de la fama, en la norteamericana UniversidadCarnegie Melon, de Pittburgh. El objetivo declarado es honrar los avances de la robótica y lógicamente, para ingresar el robot pasa por el filtro de un Jurado Internacional especializado
El mundo de la imitación creativa es portentoso y sorpresivo. Por asociación, un helicóptero nos recuerda a un colibrí, un ferrocarril a un cien pies, un submarino a un tiburón y el avión a las aves. Cuando el hombre no puede imitarse así mismo porque carece de alas para volar, imita al pájaro y fabrica el avión para trasladarse a voluntad, proyecta la fuerza de su cuerpo y construye la grúa para levantar grandes pesos con enormes tenazas mecánicas que recuerdan a una langosta marina o excava, imitando también, por asociación el trabajo del cangrejo en la playa cuando construye su cueva en la arena.
Nuestra percepción de Dios parte pues de la realidad, la necesidad y el temor, pero básicamente de lo que no comprendemos como la eterna pregunta de lo que pasa después de la muerte. Con un sentido de eternidad, los poderosos construyen fastuosos mausoleos para que los honren y admiren después que partan al mundo del silencio.
El Faraón con su bien equipada cámara mortuoria o la pirámide pensó que así mantenía su presencia después de la muerte en el mundo de los vivos y por asociación continuara la sumisión y adoración sobre la tierra de los reyes de la dinastía. Vanidoso el monarca emprende su viaje por el mundo subterráneo, hasta elevarse al cielo, bien provisto de víveres y enseres, paisajes y representaciones pictóricas y escultóricas de su grandeza y de la vida cotidiana y privilegiada reservada a los reyes.