Miro al anciano y me veo mañana cargado de silencios.
Le temo a la vejez más que a mis miedos.
Reverencio la mano que se agarra con ternura y necesidad. Contemplo la vejez, mimándose en el camino. Siento terror si me imagino que una mano faltará. ¿Qué pasaría con él o con ella? ¡Qué terrible soledad la de los años!
Alguien quedará solo y no sé porqué supongo que es él.
Tal vez me observo a mi mismo. Me miro pasar en solitario: El viejo va sin ella, agarrando en el aire sus recuerdos.
La vieja va sin él. Los dos se están muriendo.
¿Y yo? Sigo la huella. No se puede evitar lo inevitable. La vida pasa corriendo y aunque quisiera ya no puedo alcanzar el ritmo de mis pasos de ayer.