El rocío tiene frío.
Tiembla sobre las flores
para que la luz lo penetre.
El rocío y la luz tienen sexo
en los estambres de las bromelias.
La humana mirada morbosa
no los puede atisbar.
Amo a las tortugas
cuando escandalizan de placer.
Es la primera vez que se las oye,
tras llevar sobre los caparazones
un ansioso silencio prolongado
como el invierno.
El silencio de los quelonios cesa en primavera.
A pleno sol copulan: es el fin
de un prolongado jadear del macho
detrás de la hembra.
Las mariposas bailan
como si titilaran en el cielo.
No dibujan la acrobacia perfecta de los cóndores
Sobre los nevados.
Danzan las mariposas
como felinos del aire.
Sus temblorosas y vivaces alas
parecen zapatillas bajo los pies aéreos
de una primera bailarina en el Lago de los cisnes.
Chaikowski copuló allí
como Bethoven con su Novena Sinfonía
o la yegua bajo la arremetida del potro primerizo.
Hace mucho tiempo,
lo supe desde siempre:
el hombre se cubrió de trapos
y nació el pudor.
Fue allí cuando el amor del homo sapiens
se hizo clandestino.