En tu pecho mi amor
como niño sin miedo
para que me conozcas
te cuento mis recuerdos.
Escucha: pasó el tiempo.
Ahora que la nieve me puebla,
evoco al chivo niño de mi infancia.
Lo humanizo para que entiendas
mi ingenuidad de ayer.
Se llamaba Chinín. Así lo bauticé.
Fue mi primer amigo, el que recuerdo.
era mi confidente.
entonces tenía…digamos, ocho años,
la edad en que se puede charlar
con las estrellas y bailar con la Luna.
Nunca se me ocurrió ni por asomo
cortar el vuelo de un ruiseñor
destruir el nido de los colibríes
en el tamarindo del patio
de la casa y ni siquiera
cazar las mariposas.
De barrio en barrio anduve
y de grandes señores
se pobló mi cabeza:
el señor carpintero
el señor policía
la señora maestra
y don Juan, el barbero.
Nunca supe de razas.
Para mí, Blas, el negro
era igual que Antonino
el italiano o el chino
Pepe Chang de la lavandería.
Yo solo los miraba
como si hubieran sido
los ángeles del cielo
o las cucarachitas
que según mi tío Juan
habitan el infierno.
Pasó un montón de años
me hice grande y viejo.
El niño que un día fui
pertenece al recuerdo.
Fui un acomodador
¿Quién no lo fue de niño?
Transformé a mi chivito
en mi amigo primero
y mis dedos bailaron
con los peces del río.
Ya no. Dejé de acomodar,
por lo menos, me queda
el don de recordar
aunque no vuelva el trompo
ni vuele papagayos.
Crecí, los fantasmas
de abuela no perturban
mis sueños cuando el viento
de noche, azota la ventana
o se oye en el tejado
el felino aquelarre
de las gatas en celo.
Te digo algo, amada
satisfecho me siento
de la vida, con las cosas
que tengo: tu mi primer
tesoro, mi trocito de cielo,
los amigos, mis libros,
la gloria de un te quiero,
el sentir que yo puedo
correr cuando me plazca
acurrucarme, luego
en tu pecho, mi amor
como niño sin miedo.