Soy un canto de piedra rodada.
Siento tus pies indecisos
en las estrías calizas que me cubren.
Mi mano de musgo brota del río
Aparta las espinas para no herirte.
Soy una alfombra de piel que se acomoda
en el camino para que tus pies no lloren
la sangre que alimenta los guijarros.
Domestico las zarzas a tu paso
y recibo sin pausa el regalo de tu cuerpo.
Soy la caricia de tus sueños
que me acunan para ser un suspiro
en tu boca gimiente
cuando el viento te besa.
Soy el agua caliente con sal
donde retozan tus pies:
símbolos sagrados de todas las mujeres de la tierra,
pródigos de goces fálicos en las tibias alcobas.
Soy el dolor que se va o se troca en placer
cuando poso mis labios sobre tu piel mojada
y el agua siente envidia al diluirse,
celosa que la beba en las cataratas de tus poros
y me quede con sed.
Soy el beso perdido que nunca te di.